sábado, 9 de septiembre de 2017

Malas noticias


La noche se está cayendo
y con ella cae el tiempo.
El día no sirvió de nada,
tarde de nubes sin agua.
Hoy el cielo es de cemento,
parece que Dios está muerto.
Golpean la puerta de casa,
mensajeros de desgracia...
¡malas noticias!

En el barrio del infierno
la muerte va buscando empleo.
Corre, corre que en la plaza
se pasean las navajas.
¡Ay! corazones de hielo,
la noche de un viernes negro
y en los billares de la esquina
se están jugando la vida...

¡malas noticias! 



Era martes, un jodido martes, estaba esperando la respuesta del nuevo PET, y por ahora nada había sido bueno, así que no esperaba que me dijesen nada bueno. Había estado agotada durante el último mes y no había hecho nada por mí. Durante ese mes sólo recuerdo el oncologico y la cama.

- Sarah, como ya te comentamos, pues no ha salido bien, y debemos darte 20 sesiones más de radio. Esta vez serán 15 minutos cada día, en días laborables
- Vamos, un mes ¿no?
- Sí Sarah, tendremos que volverte hacer un tag y un electro, ya sabes como funciona.
- Sí, quiero consultarle una cosa, si mañana no sale bien la operación de mi padre. ¿Puedo posponer el tratamiento? 
- A ver, no es recomendable, mejor empezar cuanto antes. Pero esto es decisión tuya, yo no puedo decidir por tí.
- Ya, si lo entiendo, pero por ahora nada ha dado resultado por lo que, sólo te pregunto si puedo posponerlo.
- No creo que sea una opción, pero depende de ti. Por ahora está controlado, pero no se reduce. Y ya sabes que no es operable.
- Es que eso no es una respuesta, si puedo hacerlo, lo haré.

Salí de allí, como siempre, medio huyendo. A mi padre le tenían que operar al día siguiente de unos quistes en las cuerdas bucales; supuestamente nada grave.
Llegué a casa de mis padres, casi por inercia, no quería pensar. Realmente creía que la vida me iba a dar un jodido respiro. 
El día se pasó, como se pasan los días malos, sin un más ni un menos, me preocupaba más el estado de mi padre. Él sonreía, como siempre, pero sabía perfectamente que estaba cagado; nos parecíamos demasiado.
Y llegaron las doce la noche, cómo si el reloj hubiese girado cuál delorean en Regreso al futuro.

- ¿Vas a querer ver el boxeo? 
- Por supuesto, pues cómo hacemos siempre, hasta que nos quedemos dormidos. - sabía perfectamente que no íbamos dormir, y la noche se nos iba  hacer eterna. Acabamos viendo combates de M.A.
Llegaron las puñeteras 7 de la Mañana, nos vestimos todos y fuimos al hospital. No va a pasar nada, todo va a ir bien repetía mentalmente, como si fuese un mantra. 

Era miércoles, un jodido miércoles, pasaban las horas y mi padre no salía de quirófano. El resto de enfermos salían en las camillas, acompañados del celador mientras llamaban a sus familiares.

Pasaban las horas y mi padre no salía, a las dos de la tarde, y con nuestra respectiva desesperación, nos llaman a los familiares, mi padre no había salido de quirofano. Mierda.

Nos hacen entrar a un habitáculo y empiezan a con el gran discurso:
- No se ha podido operar el tumor maligno se ha extendido por toda la garganta. y no sabemos hasta dónde ha llegado. Tenemos que hacer varias pruebas y, a partir de aquí, decidir qué tratamiento empezar.

Mi madre me miró fijamente, se hizo la fuerte, y consiguió sentarse sin temblar en aquella silla ridícula. Yo no me lo podía creer, de nuevo el puto cáncer nos perseguía, pero, ¿qué coño habíamos echo en otra vida? ¿Acaso fuimos los propulsores de la Santa Inquisición?

- ¿Tumor maligno?, pero, ¿no era una operación simple de unos pólipos? - consiguió decir mi madre.
- Lo lamento, pensábamos que era un pequeño quiste operable, que lo eliminaríamos con láser y se iba a enviar la biopsia para su análisis, pero, .. pero esto no es operable, no ha sido posible. En 10 días tendréis reunión con Oncología y os dirán si empiezan con quimio o radio, o si se pueden extirpar las cuerdas bucales. Lo lamento.
- Pero, ... a ver, ... ¿él lo sabe? - conseguí preguntar
- Él por ahora está despertando de la anestesia y aún no han hablado con él, pero os explicaran todo esta tarde cuándo se haya recuperado de la anestesia. El doctor se pasará y os explicará todo. Lo siento.
- Gracias - y mi madre extendió su mano temblorosa a la doctora, yo, por mi parte, sólo conseguí salir por la puerta.

El mundo se nos vino encima. Salimos de esa habitación desorientadas. Mi madre rompió a llorar, no se podía creer lo que nos estaba sucediendo, y yo, yo lloré cómo si no hubiese un mañana; nos abrazamos, y entre lágrimas recorrimos aquel pasillo, hasta salir por aquella puerta infernal hasta la sala de espera, dónde nos dijeron que en treinta minutos lo subían a la habitación 24 de la planta 13.

Necesitaba aire, salimos a la calle, mis manos temblorosas acercaron un cigarro a mi boca, mi madre no conseguía mediar palabra y simplemente me observó mientras el cigarro se consumía entre mis labios.

- ¿ Por qué? - consiguió pronunciar - No lo entiendo, ¿qué hemos hecho para que nos pase esto? - y siguió llorando. Yo no sabía que contestar, realmente creía que una "maldición" había caído sobre nosotros, intentó abrazarme pero me aparté; no porque no quisiera ese contacto, sin porque no podía soportarlo. Seguí fumando, sin pronunciar palabra durante alrededor de veinticinco minutos.  Nuestros móviles no paraban de sonar, pero ninguna de las dos hizo el más mínimo esfuerzo por mirarlo o prestarle atención. 

- Mama, tenemos que subir - tiré el tercer cigarro y lo pisé, no esperé respuesta, simplemente volví  a aquellas puertas, con la misma sensación que debe de tener un toro al entrar en un encierro.
- Sarah, espera, no entres. - mi madre me cogió del brazo para pararme - ¿cómo se lo vamos a decir? - sus lágrimas seguían recorriendo su rostro.
- No lo sé, pero no puede estar sólo, no ahora.
- ¿Y tú? ¿Porqué siempre estás sola?
- Mamá, no es el momento - sólo le llamaba mamá cuando estaba realmente cabreada.
- Nunca es el momento Sarah, no pides ayuda nunca, no te comunicas con nostros, no sé que te dijeron ayer. ¿No crees que ya es hora de hablar de lo tuyo?
- Estoy bien, la doctora me ha dicho que está todo controlado, ahora no es momento de pensar en mí - y mi nariz dio la vuelta al mundo dos veces, mentira sobre mentira.
- Antes de subir, necesito que seas fuerte, sé lo que nos espera, ya sabes. - y se calló

Localizamos el puñetero ascensor para llegar a la planta trece, yo seguía callada, no quería pensar, mi cabeza iba por una parte y mi cuerpo por otro. Pulsé el número de la planta y dejé que aquel ascensor me llevase hasta aquel recinto, que no se parecía lo más mínimo a una habitación. Nos sentamos, cada una en una silla, sin hablarnos. Pasó una hora hasta que mi padre despertó de la anestesia.

- ¡Pequeña! - y alzó su brazo lleno de tubos para intentar acariciarme.
- Gordo, no hagas esfuerzos, que estás lleno de vías. - y sonreí forzosamente, mi madre se había quedado dormida.
- No quiero ni una lágrima, ¡eh!, a este lo mato yo. - y con todos sus tubos y un gran esfuerzo apretó mi mano, sabía que mi padre tenía más cojones que el caballo de Espartero, en eso nos parecíamos demasiado.
- Papá, shhhhh que se ha quedado dormida. Tú no tienes que pensar, déjalo. - hablé lo más bajito que pude.
- Pobrecita, debe de estar cansada. - dijo bajando la voz mientras miraba aquel "sillón" que ocupaba mi madre de la forma más ortopédica del mundo .
- Papá, ahora que está dormida, cuéntame, ... ¿cómo estás realmente?
- Yo estoy bien - me daba tanta rabia asemejarnos tanto, sabía que estaba echo una mierda; un golpe así no se lleva nada bien.
- Pa - así le llamaba - de verdad, conmigo no, dime la verdad.
- Que estoy bien pesada, a ver que nos dice el médico mañana por la mañana.

Mi madre se despertó y consiguió incorporarse y deshacer aquella postura tan esperpéntica.
- Me he quedado traspuesta
- Traspuesta dice, ... si se te caía la baba y se te escuchaba roncar - mi padre siempre sabía sacarnos una carcajada.

Estuvimos hablando durante horas, contándonos tonterías y viendo las noticias en esa mini telvisión que funcionaba a monedas. Ninguno de nosotros teníamos ganas de pensar ni hablar de "la cosa mala". A las diez de la noche me tuve que ir a casa, ya que cómo sabréis sólo se puede quedar una persona durante la noche, y por supuesto mi madre quiso quedarse.

No pude dormir en toda la noche, fumé, lloré, grité, blasfemé y me cagué en los muertos del puto cáncer. Eran las 6 de la mañana y mi cabeza no regía, demasiadas horas despierta, demasiadas horas pensando. Salí a la calle, sin rumbo, sólo caminé. Me senté en un banco encendí un cigarro y dejé la mente en blanco durante unos 10 minutos, hasta que mis piernas decidieron comenzar a caminar hasta el hospital.

- ¿Qué haces aquí tan temprano?
- Ma, no sabía que hacer, no quiero que vivas la muerte de los dos.