martes, 16 de enero de 2018

Guantanamo

Entreabrí los ojos como pude, y mi vista estaba completamente nublada. Tenía la misma sensación que tienen los amnesicos en las películas. Volví a cerrar ojos, y los volví a abrir lentamente, para ver si así conseguía que mis ojos se acostumbrasen a la luz. Me seguía molestando la luz, joder, nuevamente volví a abrirlos y observé, al fondo, ese color naranja que tanto odiaba.
- ¡Ostia puta! Me han traído de vuelta a Guantánamo.
- Tenemos una graciosa - dijo la enfermera mientras cambiaba el goteo.
- Es que, joder, ¿quién fue el iluminado diseñador de estos pijamas?.  ¿Naranja?, ¿en serio? - por cierto, señores diseñadores de los pijamas de los oncológicos, no digo que tengáis que hacer un diseño Loewe, ni utilizar tela con estampados de unicornios; pero joder, es que parece pitorreo, ¿encerrados con un pijama naranja?. Podría hacer una película: "La Chica del pijama naranja"
- ¿Nos hemos levantado con el pie izquierdo hoy?
-No, hoy sólo no. Nací con el pie izquierdo arraigado al suelo. - no pude evitar reírme de mi propia broma.

Miró el plástico vacío a los pies de la cama.
- ¿Y tu informe de anoche?
- Me has pillado, me lo he comido ya que mis carceleros me castigaron sin cena ayer.
- Sarah, de verdad - suspiró y dejó entrever una leve sonrisa - se lo ha llevado mi compañera, ¿verdad?
- Siiiiii. Y hablando de cosas serias, ¿me permitirá usted poder acercarme a la celda de la planta sexta dónde podré ver a mi padre?
- Por supuesto, pero ya sabes las normas.

En ese momento la puerta de la habitación se abrió.
- Hola, ma - y saludé alzando el brazo lleno de tubos y un largo etcétera de mierdas que carcomían mi cuerpo, aunque según los médicos era para mi bien.
- Hola cariño, ¿cómo estás? - y me miró con lástima, sabía que se culpaba de todo.
- Pues nuestra encarcelada dice que quiere bajar a la planta seis, y justo cuando usted entraba iba a recordarle las normas. - mi enfermera, ese ángel que me cuidó tantas veces, desde aquí quiero darte las gracias por lo insufrible que llegué a ser, y aún así cuidaste de mi con la mayor dulzura.
- Creo que las recuerdo perfectamente: mascarilla de Michael Jackson, no me puedo permitir una fuga de Guantanamo, no fumar, no comerme a nadie y ... - mi enfermera no pudo evistar reirse de nuevo, aunque lo intentó ocultar tapándose la boca con la mano - por supuesto nada de fiestas, aunque las drogas ya las llevo yo - dije señalando el brazo.
- Sarah, por favor - me regañó mi madre, con ese tono serio que tantas veces empleó conmigo.
- Vale, ma, tranquila, es una broma, sino me lo tomo así... - mi madre apartó la mirada, no dejaba de sufrir - Pero vamos a lo que vamos, ¿me ayudas a ponerme el kit de Walking dead y bajamos?

Bajamos en ascensor, entre la mascarilla, la cantidad de bolsas de mi goteo y mi muñeca llena de agujas, era sino una imagen cómica. Te das cuenta que la gente tiene pánico a la muerte cuando vives más de un día cómo enfermo en el oncológico. Cuando se cruzan contigo, apartan la mirada e intentan no rozarte no sea que la muerte se pegue; pues bien señores, les quisiera comentar una cosita, la muerte la llevas pisándote los talones desde el día que naces, de nada.

- Hola gordo, ¿cómo estás? dicen que nos hacen descuento en Guantanamo ya que compartimos edificio.
- Ja ja ja - mi padre siempre supo apreciar mi humor - ya ves pequeña, aquí estamos - y señaló la misma cantidad de aparatos que habían en mi habitación.
- Creo que alguno de estos lo conozco - y sonreí, mi padre siempre había tenido una conexión especial conmigo.
- ¿Ha pasado el médico? - preguntó mi madre para cortar aquella conversación tan sarcástica.
- Ma, sabes que no pasan hasta las once - y la miré con rabia, se cercioró. Mi madre era de esas personas que no le gusta bromear sobre la muerte, la quimio, la radio y todas las mierdas que nos pasaban; nunca entendió que era mi forma de defenderme del mundo. No la culpo.
- Fabio, ha pasado por aquí me ha dicho que subía a tu habitación.
- Pues nos habremos cruzado en el ascensor, ya cuando suba, bajará. Cómo soy un desastre me he dejado el móvil en el cajón.
- ¿En el cajón?, ¿no sabes que roban en las habitaciones? - mi madre y sus teorías de la conspiración; no creo que ningún ladrón por muy hijo de puta que sea se atreva a robar un móvil a un enfermo terminal. Obvié decirle esa frase a mi madre porque la hubiese destrozado.
- Quería comentaros una cosa, antes de que me ingresasen de nuevo, me había planteado hacer un viaje a Tailandia - mi madre abrió la boca, pero no le dejé interrumpirme - ya se lo que me vais a decir, qué estoy loca, que como voy a hacer algo así y un largo etcétera de cosas que ya me he planteado yo por mi cuenta; no os pido permiso, simplemente quiero que lo sepáis.
- Pequeña, yo sólo quiero que disfrutes, hazlo y mándame muchas fotos - mi padre forzó una sonrisa de oreja a oreja. Sabía perfectamente que estaba intentando no preocuparse por lo que me podía pasar. 
- Sarah - esta vez quise interrumpirla yo, pero mi madre alzó la mano a modo de pausa - ve, diviértete, disfruta, lo que no puedas hacer ahora, no sabemos cuándo lo podrás hacer - noté como su corazón se encogió - ¿te vas con ese chico al que veías últimamente? 
- No ma, eso, eso se acabó  - y recordé la conversación de la noche anterior tan liberadora para mí - me voy con Fabio.
- Ah, siempre ha estado a tu lado, y es una gran ayuda - mi madre me miró extrañada, cómo si supiese que algo en mi interior había cambiado.
Estuvimos unos diez minutos hablando y Fabio, apreció por la puerta.

- Toc, toc, ¿se puede?
- Oh, no por favor, estábamos dibujando un plan de fuga buenísimo y nos has pillado. ¿Sabes que encubrir un delito también conlleva una condena? - mi padre y Fabio sonrieron; mi madre, como todos los últimos días, me sermoneó mentalmente.
- Fabio, ya que estoy tan sexy, y me apetece pasearme, para que todos me miren cómo a un mono de feria, ¿te importaría acompañarme a la planta de abajo para recargar la máquina de la televisión? - sí, la televisión en el oncológico no es gratuita, es más, un día de televisión cuesta alrededor de unos seis euros; una puta vergüenza.

- ¿Intentas escapar de algo? - Fabio me conocía perfectamente.
- En parte sí, en parte no. Les he dicho a mis padres lo de Tailandia, y auque te sorprenda, les parece perfecto.
- Hay algo más, te conozco pajarito - y me estiró de la goma de la mascarilla a modo de broma.
- Si, hay algo más, y antes de que me juzgues, quiero que sepas que simplemente he hecho lo que tenía que hacer.
- Sarah, conozco lo autodestructiva que eres, y esa sonrisa no me gusta. Y también se que Él va a salir en esta conversación. Joder, Sarah - se tocó el pelo, estaba nervioso - prometiste, te prometiste no joderte más. 
- Fabio, tranquilízate, no ha sido algo malo para mí. Siéntate - le señalé una de las sillas cutres del pasillo, y me senté a su lado, apoyé mi mano en su rodilla y proseguí - le he dicho la verdad, que no se culpe, que todo está bien. No me interrumpas por favor, le he dicho literalmente que no se culpe de nada, porque no era ni el momento ni la persona adecuada. 
- ¿Y?, ¿tengo que entender que le perdones?, ¿que le dejes irse de rositas después de todo?
- Shhhh, déjame seguir, Él me lo confirmó, y en parte necesitaba escucharlo, bueno, leerlo. No quería pasarme el resto de mis días lamiendo mis heridas. Me he perdonado a mi misma, y eso es lo que importa.
- Mira Sarah, ahora mismo no puedo contestarte algo coherente, escupiría mil insultos. - no levantó la mirada del suelo en ningún momento.
- Le he dado muchas vueltas, y necesitaba perdonarme, el saber que no fui nada, me ha ayudado a enterrar esa fase de mi vida. Se que no lo vas a entender.
- No, no lo entiendo - empezó a alzar la voz y a señalarme con el dedo - no entiendo cómo coño te sigues haciendo daño. Y cómo ese, ..., ese, ... ese cabrón de mierda sigue haciéndote falta. - no era propio de él decir palabrotas y me sorprendí, supongo que se reflejó en la poca parte de mi cara que se podía ver tras la mascarilla - Hazte un favor y eliminalo de todo lo que se refiere a tu vida.
- Espera un momento, no has entendido nada de lo que te he dicho.
- Sí, parezco gilipollas pero no lo soy. Ese, ese - esta vez se contuvo - te ha terminado de joder todos estos meses. No entiendo porqué eres capaz de perdonarle, se comportó como un completo niñato en los peores momentos de tu vida. - la ira empezó a poseer su boca - ¿Te acuerdas de cuándo supiste que eras portadora del VPH? Se cagó, te dejó en la estacada y sólo se preocupó por Él. ¿y cuándo supiste que tenías cáncer? ¿Estuvo ahí? No, por supuesto que no, se volvió a cagar y te dejó tirada como a una mierda. ¿Estuvo cuándo te enteraste del cáncer de tu padre?. Nunca ha estado Sarah, y tu le perdonas, ¡increíble!. Jamás te ha visto como te he visto yo, jodida, echa una mierda. ¿Sabía que te intestaste suicidar?
- No sigas por ahí, Él no estaba en mi vida cuándo eso pasó.
- No, ¿sabes quién estuvo? estuve yo - y se señaló el pecho, noté por su tono de voz que iba a empezar a llorar - no sabe lo jodida que has estado, que estás y seguirás estando. A la mínima salía huyendo, y tú volvías arrastrándote a su lado. 
- Para, no es justo que remuevas mierda de mi pasado. - y vi como sus lágrimas empezaban a recorrer sus mejillas.
- No lo entiendo. - volvió a sentarse colocó la cabeza entre sus manos y arrancó a llorar.
- Por favor, no te hagas esto, tan sólo quería que supieras que me voy a Tailandia - intenté tranquilizarlo - contigo, que no es una rabieta si no es una etapa de mi vida que debía cerrar. Es cómo cuándo no quieres terminar un libro porque te gusta demasiado, pero necesitas saber el final por muy trágico que sea.
- No puedo con esto, Sarah, no puedo. - no sé si se refería a mi forma de actuar, a mi cáncer o a la situación que estaba viviendo.
- Necesitaba dejar de odiarle, dicen que si odias es porqué todavía sientes. Y yo, Fabio, necesitaba dejar de odiarle y perdonarme a mi misma por amar de la forma en la que lo amé, con adicción y sin ser racional. 
- No sé qué decirte - y realmente sé que no sabía qué decir.. 
- Estoy intentando pasar página a todo lo tóxico de mi vida. De principio a fin, y he empezado por el final. En fin ya sabes lo complicada que soy - y suspiré.
- Sarah, -seguía llorando, me abrazó desesperadamente - no me dejes nunca. 
- Tranquilo, seguiré aquí. 
Por desgracia para mí, esa frase hizo remover mierda en mi interior, yo también, supliqué en su momento que no me dejasen nunca. Y ahora, Su respuesta, casi calcada a la mía, carece de toda credibilidad. Pero también Le perdono. En parte, el "hilo rojo" nunca estuvo atado a su dedo. Algún día os explicaré lo del hilo rojo si es que aún no lo sabéis.