viernes, 14 de abril de 2017

New York, la ciudad que nunca duerme

Volví a desbloquear el móvil, busqué en mis notas y ahí estaba una de las últimas notas que le había escrito, y que nunca envié. Las guardaba para recordarme a mí misma porque no debía volver a caer. 

Quisiera decirte tantas cosas, y no me sale ninguna. Espero que estés bien, imagino que lo estás. Te quiero odiar y no puedo, supongo que es cuestión de tiempo, creo que estarás bien, que te importa todo un "carajo" y que ya te has buscado sustituta jeje, la otra de la que tantas bromas hacíamos. Pero encontrarás a alguien porque te mereces ser feliz. No puedo imaginarte con nadie, porque no lo soporto. Te he querido, es más te quiero como no he querido a nadie, y no ha servido de nada. No te culpo de nada, ni mucho menos; nunca me has querido y eso es lo que me hace seguir adelante, saber que no me quieres y que de tus labios escuché pocas veces un te quiero, y por compromiso.
Que por una vez en mi vida me equivoqué, bajé muros, dejé que alguien entrara para nada, me has enseñado que no merece la pena luchar, porque nadie ni nada merece la pena.
Me pedias que estuviese a tu lado, y tu nunca estuviste al mío. Tenía tantos planes... oirte decir "mejor lo dejamos" creo que ha sido lo mejor y lo peor de mi vida.
Lo mejor porque me he dado cuenta que nadie merece que abra mi corazón, que estaba mejor antes de ese roce de manos y ese primer beso, hace tanto tiempo; lo peor ha sido pasar por esto; porque es como si nunca hubiese existido, como si este tiempo, no mereciese la pena.
Mi abuela decía que siempre deberíamos arrepentirnos de lo que no hemos hecho, no de lo que hemos hecho. Hoy me arrepiento de haberte conocido, nada me ha hecho tanto daño, ni si quiera saber que tengo cáncer porque lo he arrinconado en una de mis carpetas olvidadas en mi cerebro.
He soñado tantas veces con el hecho que me dijeses ... este es tu hueco en mi vida, tu armario, quiero una vida juntos... Sólo pedía eso, que me dejases entrar en tu vida. Espero que alguien lo consiga.
Pides que alguien esté en tu vida pero como tú quieres, esto no funciona así.

Sentí que me faltaba el aire, que casi me ahogaba, ¿iba a llorar otra vez?. Sacudí mi cabeza, volví al lavabo y lavé mi cara con agua fría, casi congelada, como si ese agua purificase todo lo malo que estaba sintiendo en ese momento. Encendí la música del móvil y puse un random de Iron Maiden; sonó The Trooper, dejé de pensar y empecé a maquillarme. Dos quilos de corrector para tapar mis ojeras negras, un poco de base para tapar mis pecas, colorete, máscara de pestañas, colorete y un labial borgoña. Me miré al espejo otra vez, esta vez con detenimiento, como si quisiera parar el tiempo. Espabila o llegarás tarde Looser.  ahí estaba mi negra del Bronx que tanto había echado de menos estos días.
Salí corriendo cómo todos los días, con prisas, siempre voy con el tiempo pegado en el culo. Cogí el metro y me dirigí al trabajo. El móvil vibró un par de veces, pero decidí ignorarlo por completo, estaba cantando interiormente Can I Play With Madness, y no me apetecía pensar demasiado, ni leer ningún mensaje, ni notificaciones de aplicaciones absurdas.

Llegué al trabajo, corriendo, como no, mientras Fear of the Dark me daba ritmillo para llegar a tiempo. Pasaron las horas y a la hora del desayuno por fin miré el móvil, más que nada porque tenía veinte whatsapps, y algunos de ellos eran de mi madre; que desde que sabía usar el móvil cada día tenía la necesidad de recibir noticias mías.

Mama móvil:
- Hola princesa cómo estás hoy?
  (Emoticonos)
  Yo ahora me voy a trabajar, cuándo puedas me dices cómo estás y si vas a venir a comer, y a que 
  hora llegarás. 
- Hola mama, estoy bien, llegaré a las cuatro (emoticonos)

Él:
- Buenos días
  Cómo estás
- Buenos días, bien, mucho curro.

Estaba deseando que me dijese aquel buenos días, porque era cómo empezar de nuevo, cómo si al escribirme buenos días, se acordase de mí. Ese buenos días, era algo más que dos palabras. Por lo menos para mí, era algo más; pero en mi cabeza no dejaba de rondarme todas las palabras de aquella nota que me auto escribí, ya que nunca fui lo suficientemente estúpida como para enviárselo en forma de mensaje; si lo hubiese hecho, me hubiese sentido vulnerable y estúpida. 

Fabio:
- Sarah
  No empieces, sé que lo has leído, contesta
  No te quiero agobiar y lo sabes
  Sólo quiero verte y charlar
  Ya te he dicho que no voy a tocar el tema.
- Estoy trabajando, luego hablamos.

Ale:
- Quedamos cuándo salgas?
- Sí, así me haces el favor y me llevas a casa de mi madre
  Te quedas a comer con nosotras?
- Sí, te espero cuando salgas

Mensajes de grupos chorras, y alguna notificación más de apps que no suelo utilizar. Volví a mirar el whatsapp. Él, última conexión hace menos de quince minutos. ¿Debería escribirle? ¿He hecho mal en volver a empezar? ¿Qué tiene preparado la oncóloga para este lunes? 
Respiré hondo, y volví a caminar hacia el trabajo, tras tomarme el cuarto café y fumarme el décimo cigarro del día. 
La jornada pasó, y no cogí el móvil en ningún momento, me quemaba en las manos. Esperé a la hora de la salida con ansia. Y allí estaba el coche azul pitufo, esperándome en la entrada del trabajo.

- Hola Ale!
- Sube al coche, anda, tienes muchas cosas que contarme - eso significaba que de camino a casa de mi madre, unos veinte minutos, me iba a hacer un interrogatorio, que ni la KGB en su época de esplendor.

Fabio
- Vente a New York conmigo
  Me voy en unos días
  Te necesito

No hay comentarios:

Publicar un comentario