domingo, 9 de abril de 2017

Yo no mataré monstruos por tí

- Pero hay cosas que tienen que cambiar, y lo entiendo. Tenemos que poner de nuestra parte para poder empezar otra vez.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero con él..., con él era diferente, si fuésemos una película, seríamos Viernes 13, con 10 partes por lo menos. 

- Deberíamos empezar de cero, no guardarnos cosas y hablar de nosotros de vez en cuando, ya me entiendes - rozó mi mano un segundo y mi mundo se desmoronó.

Por supuesto que le entendía, cada vez que escuchaba la frase: vamos a hablar de nosotros, mi cuerpo temblaba, sabía que algo iba a ir mal y acabaría dejándome como siempre, se liaría con sus propios pensamientos, acabaría diciendo alguna de sus tonterías y acabaría con la gran frase; Sarah, mejor lo dejamos. Esa era su vamos a hablar de nosotros.
Pero claro yo estaba en ese momento en el que flotas y vomitas arco iris de felicidad. Así que mi neurona no iba a reaccionar ni mucho menos, y mi negra del Bronx estaba en Cuenca pajareando.

- Sí deberíamos empezar de cero y bueno, intentar hacer las cosas bien ¿no crees? - y le miré con esa cara de perro abandonado que sólo me sale en los momentos en los que de verdad necesito que diga algo ingenioso y que me llegue al corazón.
- Claro que sí, y te voy a apoyar en todo este proceso, no me gusta que estés sola. Siempre haces lo mismo, te lo guardas todo y no te preocupas por ti.
- Lo sé.
- ¿Se lo has contado a alguien?
- Pues, ..., la verdad es que, ... sólo lo sabe Ale. Ahora mismo no sabría como contárselo a mi familia, ya sabes por todo lo que han pasado, y no creo que sea el mejor momento para explicarles todo esto. Creo que los hundiría. 
- Pero, no puedes estar sola en esto.
- No estoy sola, tengo a Ale, ya sé que es un poco drama queen y un poco veleta, pero es la única persona que ha estado ahí siempre.

Y era verdad, Ale ha estado en todos los momentos de mi vida, en los mejores, en los peores, en las fiestas, en los llantos. No podía decir lo mismo de él, pero ya sabéis como funciona esto, una es imbécil profunda y siempre cae en la trampa.

- No te preocupes yo estaré ahí, para lo que necesites.
- Gracias - sonreí, de verdad sonreí, porque a su lado me sentía protegida, con ganas de vivir y seguir adelante. 

Se acercó a mí, lentamente, cómo pidiendo permiso y me besó. Me estremecí, sentirme amada, deseada y comprendida de nuevo. Ese cúmulo de sensaciones que sentía cada vez que estaba a su lado, invadía de nuevo mi ser. Ese beso era el principio de algo, no sé si alguna vez habéis sentido algo parecido, pero es cómo si el mundo se detuviese, dejase de girar y de repente, apareciese Él delante de la nada corriendo hacia a ti; como en esas pelis románticas donde el protagonista corre hacia ella, y ella le espera con los brazos abiertos. Debe ser la mejor sensación del mundo, yo no lo había sentido, pero debe ser lo mejor que has sentido. Al ser imbécil mi mejor sensación era sentirle cerca, y de alguna manera era mío por un instante.

Le volví a besar, necesitaba su aliento, sus manos en mi piel, sus caricias, sus ganas de vivir, todo, lo necesitaba todo de él. Lo agarré del cuello, como si no hubiese mañana, cómo si al alejarme se separase todo lo que sentía cuándo estaba cerca de mí.

- Lo siento, pero no puedo evitarlo - conseguí decir entre beso y beso, casi sin aliento. Mi cabeza ya no regía,

- No pasa nada - con esa frase sentí que empezábamos de cero, tal y cómo había dicho.

Seguimos hablando de banalidades, como siempre, y nos despedimos en la entrada del metro con un beso, largo tierno, de esos que te das cuándo tienes catorce años en la puerta del instituto.
Mientras bajaba las escaleras sentí que mi mundo volvía a girar y que las mariposas revoloteaban a mi alrededor. Sentía que esta vez, si iba a ser diferente, le vi muy seguro de si mismo, con ganas de ayudarme y estar a mi lado en este arduo proceso. Cuan idiota podía llegar a ser.

Entré en el metro y revisé mi teléfono, veinte whatsapps, 2 llamadas perdidas, notificaciones de varias aplicaciones. Abrí el whatsapp.
Ale:
- En cuánto vuelvas a casa me llamas
- Como va todo?
- En cuánto puedas escribeme y me cuentas

Era peor que mi madre, todo el día encima de mí, pensé que sería mejor contestarle en un rato

Fabio:
- Hola que tal?
- Que haces hoy? Te apetece café y croissant de chocolate?
- Besos

Decidí que era mejor contestar a Fabio primero.
- Holaaaaa!!!!!
  Pues hoy no me va muy bien, quedamos mañana.
Respuesta inmediata.
- Hola que tal estas?
- Bien, la verdad es que bien. y tu?
- Que has hecho hoy?
A ver como le explico que he quedado con Él y hemos vuelto. No creo que le siente muy bien.
- Pues nada, a parte de currar, jeje he quedado.
- Con Él no?
Vaya, creo que no me tendré que esforzar en decírselo de buenas maneras.
- Sí
- Vale, ya hablamos mañana.

Sabía lo que significaba esa frase, me iba a caer una bronca de las que ya mi madre no se encarga. Íbamos a discutir y acabaríamos odiándonos durante un par de días. Demasiado previsible entre nosotros.

Así que intentando evitar mi cabreo y seguir escribiendo a Fabio, que hace que salga lo peor de mí; decidí contestar a Ale.
- Hola!!!
- Que tal ha ido?
   Ya has vuelto a caer no?
- En serio?
- Eso es un sí.
  Se lo has dicho?
- Sí se lo he dicho, y?
- Ya sabes lo que pienso.
- Bufff, Ale no empieces.
- Vente a casa y hablamos.
- Hoy no,
- Vaaaa, Sarah!!!!
- No de verdad, necesito descansar y pensar.
  Quedamos mañana a la salida del curro
  Ok?
- Vaaaaale, pero ya sabes que si necesitas hablar
  Aquí estaré

Y así me fui a casa, entre bronca y bronca, estaba agotada con un cúmulo de sentimientos encontrados. ¿Había hecho bien?. Por supuesto que no, te has bajado los pantalones otra vez, mi negra del Bronx había vuelto. En parte la echaba de menos.
Llegué a casa y descansé unas horas, delante del ordenador, repasando correos, y de nuevo el móvil.
- Buenas noches.

Eso era lo que necesitaba para irme a dormir, un último mensaje, necesitaba sus buenos días, y sus buenas noches como respirar. Después de haber estado más de dos semanas sin comunicarnos, ese mensaje me daba esperanzas, ganas de empezar y luchar contra el bicho que llevaba dentro.
Me metí en la cama exhausta y con ganas de un nuevo mañana.

Después de cinco horas y media de sueño, sonó el despertador. Abrí los ojos y miré el movil, cómo hacía cada mañana.

Fabio:
- Tenemos que hablar.
  Espero no haberte despertado.
  Cuándo puedas, tenemos que quedar
  Prometo no hablar del tema.
  Pero necesito verte y hablar

Bloqueé el móvil, y fui directa al lavabo a lavarme la cara. Me senté en el sofá y encendí un cigarro. Tenía que pensar. 

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